EL SÍNDROME BOLIVIANO DE DISPARARSE EN EL PIE
Los médicos no logran descifrar una misteriosa manía de la población boliviana. Cada cierto tiempo, “se disparan en las extremidades”. En el asesinato de Gualberto Villarroel, no solo participaron universitarios, beatas de los barrios de la oligarquía, también participó el pueblo. Azuzados por los medios de comunicación, las vendedoras de los mercados, los artesanos y albañiles, corrieron entusiastas hasta la plaza Murillo, para rematar a la persona que más derechos les había entregado.
Existe una
larga lista de ejemplos en la historia de este país que pueden servir para
estudiar este fenómeno de “auto sabotaje”.
Uno de los últimos
ejemplos, consistió en una repentina conversión de una sociedad relativamente
tolerante, en un ejército de mojigatas que convocaron a quemar en la hoguera, a
un hombre que había cometido el sacrilegio de procrear un hijo fuera del sagrado
matrimonio. “Evo, tiene un hijo escondido” decían las beatas, mientras depositaban
su voto en las urnas: Evo perdió.
La oposición
excitada de odio, salió a las calles a festejar su triunfo. Habían logrado que los
pobres y excluidos, voten a favor de la moral y se olviden que en la noche había
que llenar el estómago.
Después se
supo que el hijo nunca existió. Que todo fue un invento de los medios de comunicación.
Pero ya era tarde.
El 20 de
octubre, hay elecciones en Bolivia, Carlos Mesa está 22 puntos más abajo de Evo
Morales, pero yo, humilde conocedor de las costumbres de los bolivianos; no me confiaría.
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